La matemática moderna, en todas sus ramas, se basa en la teoría de conjuntos; es decir, el material introductorio en campos tales como la probabilidad y el álgebra invariablemente comienza con una discusión de conjuntos y lógica. Sin embargo, antes del siglo XX este no era el caso, ya que la matemática se concebía en tiempos anteriores en tonos menos formales; la verdad matemática se veía inseparablemente unida a la verdad metafísica. Los resultados actuales en la teoría de conjuntos han demolido este idealismo, atestigua el trabajo de Kurt Gödel sobre el carácter incompleto y la independencia de la hipótesis del continuo. Georg Cantor fue una figura fundamental en esta transición, proporcionando los primeros pasos hacia la teoría de conjuntos moderna y, al mismo tiempo, permaneciendo como un defensor final del pensamiento clásico en matemática antes de la avalancha de formalismo axiomático.

Georg Cantor nació el 3 de marzo de 1845 en San Petersburgo de padres alemanes; su padre, también llamado Georg Cantor, era un acaudalado comerciante protestante, y su madre, Marie Böhm, era una católica de una estirpe de renombrados violinistas. La religión formaría un componente importante del pensamiento de Cantor, ya que relacionó su estudio del infinito matemático con la infinidad teológica de Dios.
Cantor asistió al Gymnasium en Wiesbaden, y más tarde a la Realschule en Darmstadt, donde se despertó por primera vez su interés por la matemática. Sus estudios universitarios en Zurich comenzaron en 1862 y se reanudaron en Berlín en 1863 después de la muerte repentina de su padre. Karl Weierstrass era el principal matemático en Berlín en ese momento, y atrajo a numerosos estudiantes como discípulos. Cantor estudió diferentes ramas de la matemática e incluso escribió una disertación sobre teoría de números, pero su principal interés fue la teoría de los números reales y las series infinitas.

A lo largo de su vida, Cantor tuvo numerosas amistades, algunas de las cuales (como su larga asociación con Richard Dedekind) se vieron impulsadas por la correspondencia científica y la colaboración. Fue presidente (1864-1865) de la Mathematical Society, una organización que intentaba unificar el trabajo de diversos matemáticos, y más tarde fue un activo promotor del intercambio científico. Más tarde, fundó la Asociación de Matemáticos Alemanes (1890), convirtiéndose en el presidente en 1893; el primer congreso internacional de matemáticos, resultado de sus esfuerzos, se celebró en Zurich en 1897.
En 1867, Cantor obtuvo su doctorado. Se convirtió en profesor en la Universidad de Halle dos años más tarde. El puesto era mal pago, pero Cantor pudo sobrevivir debido a la herencia recibida de su padre. Se casó con Vally Guttmann en 1874, y juntos construyeron un hogar feliz con cinco hijos: el buen humor de su esposa contrastaba con las tendencias melancólicas de Cantor. Logró una cátedra en 1879 y continuó sus trabajos en teoría de conjuntos hasta su muerte; Cantor había esperado obtener una posición más prestigiosa en Berlín, pero Leopold Kronecker bloqueó continuamente sus esfuerzos. Kronecker fue uno de los antiguos maestros de Cantor que menospreció la radical teoría de conjuntos.
El primer trabajo significativo de Cantor se encuentra en el área del análisis matemático. El concepto básico del sistema de números reales todavía era deficiente en algunos aspectos, y los primeros trabajos de Cantor en las llamadas series fundamentales (ahora llamadas sucesiones de Cauchy) reforzaron los cimientos. Como resultado, uno podía representar cualquier número real como el límite de una sucesión de números racionales, aunque Cantor también describió formulaciones que involucran series infinitas y productos infinitos.
Después de un intercambio con Dedekind en 1873, Cantor se volvió hacia la cuestión de si el conjunto de números reales podía colocarse en correspondencia uno a uno con los números naturales (cualquier conjunto de ese tipo se llamaría, por lo tanto, «numerable»). Ya se sabía que los números racionales eran numerables, pero nadie había considerado esta nueva pregunta; su solución fue iniciar la teoría moderna de conjuntos. El famoso argumento de diagonalización de Cantor muestra que los números reales son no numerables y, como corolario, vino la existencia de la no numerabilidad de números trascendentales (los números que no son solución a cualquier ecuación algebraica con coeficientes enteros, como pi).
En 1874 Cantor recurrió a problemas más difíciles, como el establecimiento de la imposibilidad de una correspondencia uno a uno entre un cuadrado y un segmento de recta. Después de tres años de esfuerzo, Cantor construyó un contraejemplo, dando una función explícitamente invertible que mapeaba la recta en el cuadrado; esta construcción parecía desafiar todos los conceptos intuitivos de dimensión, y el resultado irritó severamente a muchos matemáticos conservadores. Hoy en día, el concepto topológico de dimensión está vinculado a correspondencias uno a uno continuas (con inversa continua) llamadas homeomorfismos: el extraño mapeo de Cantor era discontinuo.
La teoría de topología de conjuntos de puntos está profundamente endeudada con el genio de Cantor: abordó temas tales como conjuntos de puntos, clausura y densidad, y en muchos casos creó las definiciones él mismo. La noción de conjunto perfecto (uno que es a la vez cerrado y denso en sí mismo) tiene una génesis en Cantor, y el ejemplo más famoso de eso es el «conjunto de Cantor» que se forma eliminando iterativamente tercios medios sucesivos de un segmento de recta. Un siglo después, este mismo conjunto motivaría el estudio de la geometría fractal y la definición métrica de dimensión. El concepto de continuo, un término de lenguaje filosófico que existe desde la época medieval, recibió una definición matemática exacta de Cantor: Un continuo era un conjunto continuo perfecto.
Gran parte de su trabajo fundamental se puede encontrar en su «Über eine Eigenschaft des Inbegriffes aller reellen algebraischen Zahlen» de 1874. Aquí comienza la delineación de las jerarquías del infinito: los conjuntos numerables versus aquellos que tienen la «potencia» del continuo (y son no numerables); el último tipo es una especie superior de infinito. Para cada conjunto hay una potencia más alta, obtenida al tomar el conjunto de todos los subconjuntos de un conjunto dado (llamado conjunto potencia). Más tarde, Cantor prueba que no puede haber una correspondencia uno-a-uno entre un conjunto y su conjunto potencia; este el último siempre es «más grande». De esta manera, se puede construir y estudiar un reino de infinitos; una pregunta pendiente es si existe un conjunto infinito con cardinalidad (nivel de infinito) entre los números naturales y el continuo. La afirmación de que no existe tal conjunto se conoce como la hipótesis del continuo, y Cantor se consumió con su demostración, quizás incluso contribuyendo a su posterior caída en la locura. Estos números cardinales tenían su propia aritmética transfinita, en la cual declaraciones trinitarias como «uno más uno más uno es igual a uno» tenían cierta validez.
Muchos de sus pares se burlaron de las teorías de Cantor, ya que fácilmente alteran la intuición clásica sobre cómo deben comportarse los objetos matemáticos. Sin embargo, el trabajo ganó aceptación hacia el comienzo del siglo XX, y Cantor más tarde se convirtió en miembro honorario de varias sociedades matemáticas. Desde 1884, la depresión lo afligió, tal vez debido a su intenso esfuerzo por resolver varios problemas, como la hipótesis del continuo. Murió el 6 de enero de 1918 en la clínica psiquiátrica de la Universidad de Halle.
El audaz trabajo de Cantor en teoría de conjuntos abrió nuevas perspectivas del pensamiento matemático, alimentando la investigación del siglo XX (y del siglo XXI) sobre los fundamentos, la teoría de conjuntos, el análisis real, la lógica y la geometría fractal. El giro hacia los fundamentos resultó en la fundación de cada rama de la matemática sobre la teoría axiomática de conjuntos, y esto a su vez dio lugar a la filosofía matemática del formalismo: la creencia de que la matemática consiste de reglas semánticas cuidadosamente manipuladas, como en un juego, para llegar a nuevos conocimientos. Esto difiere sustancialmente del pensamiento platónico de Cantor, que concibió la existencia abstracta de estructuras matemáticas concretadas a través de diversas realizaciones en nuestro propio universo. El límite absoluto de la operación potencia dio como resultado un infinito último, la visión de Dios de Cantor, en la que lo concreto y lo abstracto estaban casados. Es irónico que quien contribuyó indirectamente al avance del formalismo sea uno de los últimos grandes defensores del pensamiento platónico.
Fuente bibliográfica:
- McElroy, Tucker (2005) A to Z of Mathematicians. Facts On File, Inc.
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